El Encuentro Imaginario
La temperatura es baja y el vendaje de las piernas no sirve de nada, pareciera que estoy en la antesala de un sepulcro ¡todo fue tan repentino, aún no lo comprendo! Tengo pavor a los hospitales, podría salir corriendo, pero, estoy sujeta a ésta mesa de operaciones esperando a que entre por la puerta el anestesista o la enfermera y anuncie que el médico vendrá a realizar la cirugía.
Lo único que deseo es una máquina de coser para remendar los pedazos de la historia y saber el motivo qué me trajo hasta aquí. La situación sería diferente si no lo hubiera entrado a la tienda de animales, por qué me cautivó la conversación de aquél desconocido; de repente mi vida se convirtió en encrucijadas de acertijos y no sé cómo terminará..., ahora dicen que el encuentro lo imaginé.
¿Aún estaré a tiempo de cambiar el final de la historia? Tan pronto entre la enfermera le diré que me deje ir al baño y buscaré la forma de salir del hospital.
Recuerdo de manera vaga aquel día. Pasaba un momento de mi vida no muy bueno, nada me sorprendía. Poco a poco que me fui involucrando hasta perderme en este remolino de confusión, donde ellos hacen parecer la situación un acto de amor ¿Será realmente un acto de amor? --Sí, un acto de amor de 850 mil pesos-- ¡Qué estaba pensando cuando acepté vender uno de mis riñones! ¿Fue la necesidad económica? ¿La rehabilitación o la prótesis que le prometí a Natalí? o el seductor encanto de Manuel. Ahora creo que no hubo flechazo inmediato, ni esa química de la que tanto me habló.
El día que me llevaron con el bróker para firmar los papeles el ambiente reveló mi destino. Cuando se abrió una de las hojas del portón pude observar un pasillo oscuro, percibí el murmullo de una conversación. El hombre cerró el portón y desapareció por una puerta lateral, no dejó que preguntara por Manuel. Me vi inmóvil frente a la oscuridad y penetré en la desconfianza más pura. Recorrí el resto del pasillo y me pareció que este se alargaba cada vez más, parecía que el murmullo quería permanecer oculto; interrumpí las voces, y afiladas miradas se clavaron en mi rostro, quedé petrificada entre el dilema de continuar o abandonar aquella estúpida idea.
La penetrante mirada del "Turco" recorrió mi cuerpo hasta detenerse en mi cintura. Al fondo dos mujeres permanecieron sentadas en una pequeña sala de color negro, me vieron de reojo con miradas burlonas por el simple hecho de estar ahí parada, quieta, sin atreverme a pasar a la habitación o quizá, porque mi rostro evidenció el temor de la indecisión.
A Manuel hace cinco meses que no lo veo, le he estado llamando y no contesta; el "turco" dice que no lo conoce. Que estoy aquí por mi propia voluntad, y en realidad así es. No me han querido decir quién recibirá mi riñón, que es una regla, pero tengo mis sospechas.
¡A los diecisiete años qué puedes esperar! si tienes todas las ilusiones del mundo, incluso, que un hombre te enamore por un riñón.